Hoy trasladamos el sillón rojo hasta Ciudad de México para entrevistar a un maestro muy muy grande, Itzaee Coronado.
Me gustaría que se dieran cuenta de que no estamos limitados en el tiempo. Muchas veces tenemos esta presión social en que se piensa que hay una espectativa de tiempo, que a tal edad debes cumplir tales metas y si no lo has logrado, ya vas con retraso.
Itzaee Coronado, 29 años, México
¿Cómo has llegado hasta aquí, hasta este sofá rojo que refleja la pasión de grandes maestros?
La verdad es que ha sido una trayectoria larguísima, hasta ahorita llevo cuatro universidades y sigo estudiando, me falta un año y medio para titularme. Cuando salí de la Secundaria, me gustaba el teatro, me apasionaba las bellas artes y las humanidades y era campeón de poesía y de oratoria. Me encantaba ese mundo de la expresión artística. Sin embargo, mi papá decía que si me dedicaba a ser actor seguramente me iban a contratar para besarme con otros hombres y bla, bla, bla. Así que como era considerado inteligente debía postularme al Instituto Politécnico Nacional. Los primeros días que estuve en esa escuela fueron una pesadilla, nunca había dormido tan tarde, cuando acababa con las tareas, pero me empezaron a gustar las matemáticas. Me metí a un curso, el Pierre de Fermat, íbamos los sábados a estudiar con maestros doctorados en matemáticas. Estaba increíble, resolvíamos problemas todo el día; allí conocí a otros chicos a los que también les encantaban los retos y me sentí como pez en el agua. A partir de ese momento también empecé a tomar cursos de electrónica con adultos, en otra escuela donde se va a capacitar la gente para el trabajo. Tenía 15 años y estudiaba con señores de 30, 40 y 50 que necesitaban resolver problemas de la industria. Una de las primeras inspiraciones que tuve en la vida fue ese profesor que a pesar de que me veía muy niño, decía que también podía aprender.
Me empezó a gustar hacer robots pero no tenía dinero para comprar lo que necesitaba para hacer algo lo bastante bueno; a pesar de que tenía el conocimiento para programar los microcontroladores, no tenía los recursos. Como nos veíamos limitados, un amigo y yo ayudábamos a otros compañeros que sí tenían dinero a hacer sus robots. La programación era muy genial para nosotros porque teníamos las computadoras de la escuela y no necesitábamos nada más físico. Podíamos programar infinidad de cosas, infinidad de retos que se nos pusieran enfrente y esto nos estimulaba muchísimo. Cuando estaba a punto de salir de esa escuela, quería estudiar algo relacionado con la robótica, ¡me apasionaba! Sin embargo, nuevamente mi papá decía que yo debía ir a estudiar ingeniería biomédica para reparar equipos médicos y que ganáramos mucho dinero y que por fin tuviéramos las cosas que tanto habíamos querido, que ahí estaba la mina de oro.
Así que me fui a estudiar ingeniería biomédica en el Politécnico, y definitivamente no era lo mío. A pesar de que adelanté materias, de que tomaba materias de otros grados más avanzados, que me metí con los mejores profesores de Fisiología y de Bioquímica, no era lo que yo quería, los hospitales, la sangre y las agujas no eran lo mío. Así que sin decírselo a mis papás, me cambié de escuela. Me fui a otra que se llama la UNAM, la Universidad Nacional Autónoma de México. Al primer mes me metí a un club de Mecatrónica, donde necesitaban precisamente a alguien que supiera de electrónica y de diseño de aplicaciones, porque iban a concursar a nivel nacional. A los 15 días de que me integré, fuimos a concursar y ganamos. Ellos patrocinaron todo el material y me dieron un espacio para trabajar. Empecé diseñando una aplicación para controlar unos cochecitos hechos con carrizo. La propuesta de la investigación era sustituir el metal de los autos por esta materia prima, parecida al bambú, obviamente con un proceso químico. Mi aportación fue desde el área electrónica para controlarlos mediante Bluetooth con una app que diseñé. En ese tiempo no estaba de moda el diseño de las apps, mucho menos el Bluetooth, y la información era muy precaria. Se le dio el reconocimiento y ganamos el primer lugar nacional. Salí en la prensa y dije “¡Wow! Ya con la prensa mis papás van a entender que lo mío es dedicarme a la robótica, el diseño, la electrónica…” Y no fue así. Al saber que me había cambiado de escuela, me quitaron todo el apoyo y tuve que empezar a trabajar. Entré en una profunda depresión porque ellos no lograban entender que yo no quería estudiar ingeniería biomédica, que me había cambiado a electrónica precisamente para poder hacer lo que a mí me apasionaba.
Estaba muy deprimido y después de un tiempo me di cuenta de que la ingeniería electrónica que había elegido tampoco era lo mío, a pesar de que también me había metido con los mejores profesores de matemáticas, de diseño, de cálculo, de electrónica… No era lo mío porque la carrera estaba destinada a trabajar en la industria, a reparar máquinas, a estar en las fábricas, y no quería eso, quería estar con la gente. No sabía qué hacer.
Así fue que les dije a mis papás que no quería estudiar y ellos me dijeron que me pusiera a trabajar. Estuve limpiando vidrios en una tienda. No es que sea malo, pero definitivamente tampoco era lo que quería hacer. Mi hermano, que en ese entonces estaba trabajando en la industria, me dijo que quería que me dedicara a lo que me gustaba. Pedimos un crédito, nos embarcamos con un dineral y pusimos un local donde vendíamos material. Ahí daba yo cursos para adultos y para estudiantes de Ingeniería. Estaba muy bien porque compré mi primera impresora 3D y resolvía problemas todos los días. Llegaban chicos de ingeniería para que les ayudara con sus proyectos. En un principio era muy bueno porque me generaba bastantes ingresos, pero después empecé a sentirme mal porque ellos ya no lo hacían por su cuenta, ya no querían pensar. Simplemente venían conmigo, me pagaban y querían que yo les resolviera su problema, entonces les estaba haciendo daño, así que cambié la modalidad. Les dije que si querían que les ayudase con su proyecto, tenían que asistir a mi clase y trabajaríamos juntos en él. De esa manera empecé a cambiar el chip.
Se acercó un profesor que trabajaba en la Universidad, cerca de donde estaba nuestro local, y me pidió que llevara la impresora 3D a su escuela porque por alguna situación no veían que en su materia tuviera aplicación. Fui con mi impresora e hicimos una demostración. Se imprimieron cosas en vivo y estuvo muy bueno. Él después me devolvió el favor diciéndome que en una escuela de Secundaria necesitaban un profesor de robótica. Se lo habían pedido a él, pero él ya estaba en Ingeniería. Hablé con mi familia, mis papás se quedaban las mañanas en el local y yo regresaba en la tarde. En las mañanas empecé a ser profesor. Sin saber cómo serlo, ya iba de traje y corbata a tratar de dar clases y me encantaba, me preguntaban por qué siempre estaba sonriente. “Porque me encanta lo que hago, me encanta venir a daros clase”. Mis primeras tres materias fueron Robótica, Tecnología y Emprendimiento, tres cosas de las que me apasionaba hablar. En aquel momento diseñé mi primer kit de robótica, se vendió y dije “Wow, esto sí genera ingresos”, y decidí estudiar licenciatura en Marketing y Publicidad. Así que me metí a otra Universidad y estudiaba sólo los sábados. Lo que quería era hacer crecer mi empresa, quería ser empresario, aquí estaba la fiebre muy fuerte del emprendedor y estaba permeado de esas ideas.
¿En qué momento descubres que lo que realmente quieres es ser profesor?
Pasa el tiempo, el convivir con los chicos, los proyectos… Y ahí fue cuando descubrí que lo que de verdad quería era ser profesor. Dejé la licenciatura en marketing (estuve como tres meses), dejé el local, hablé con mis papás, me fui a hacer el examen a Universidad Pedagógica Nacional y allí me quedé. Desde la primera clase hasta hoy no he dejado de decir que ha sido la mejor decisión de mi vida. He aprendido a reflexionar, a comprender a los otros, comprender la realidad, a formarme a mí como persona, cultivarme, y lo mejor de todo, a enseñar, a compartir con otros, buscando siempre otras técnicas, otros métodos. Es cierto que estamos muy permeados del modelo educativo tradicional. No es que este modelo sea malo, de alguna manera funciona, pero también tiene sus fallos. Estamos en un tiempo en el que el contexto es tan diferente que debemos adaptarnos, que debemos transformarnos. Debemos transformar la forma en la que aprendemos, la forma en la que enseñamos, debemos innovar. Debemos enseñarles a los chicos a pensar, a aprender, a ser autónomos, a seguir explorando. Y sobre todo, lo que a mí me encanta actualmente de dar mis clases es compartirles también una ideología de nunca rendirse, de no tenerle miedo al error, de intentar una y otra vez, de ser creativos, de expresarse con sus proyectos, de tener esa pasión por las cosas que hacen, de buscarle soluciones a todo, de no limitarse.
ETR Robotics fue mi primer intento aquí, desde aquel local, y mi principal idea era llegar a una comunidad y ofrecer estos cursos en sus talleres de robótica para niños. Me di cuenta de que no era fácil hacerlo por mi propia cuenta y que tenía que buscar a alguien posicionado que me ayudara. Mi hermano y yo empezamos a contactar con algunos gobernadores municipales y sí nos daban el apoyo, pero sólo para hacer la difusión con el logo del gobierno, no nos proporcionaban un espacio. Lo intenté varias veces y no pudo ser, pero nos invitaban a sus eventos. Cuando había un día de las madres, íbamos nosotros. No tenía nada que ver, pero allí estábamos. Que había un evento de salud, lo mismo, también nos presentábamos con un stand de robótica.
De repente le empecé a agarrar mucho el gusto a presentarme socialmente con la gente, aunque no tomaran el curso. Lo importante era compartir con ellos y que vieran una visión diferente. Había chicos que nunca en su vida habían visto una impresora 3D, ni siquiera en YouTube. Ver un guante de Iron Man impreso o un robot que caminaba les llamaba mucho la atención. Al menos los inspirábamos por un momento.
Fue entonces cuando ya te involucraste de lleno en el trabajo social…
Sí. Con el tiempo me contactó un amigo que trabaja en la Policía. Él ya hacía este tipo de proyectos sociales con niños que vivían en la calle y con niños a los que llevaban a un campamento militar para que se disciplinaran y me fui integrando a sus proyectos. Actualmente ya llevo tres años formando parte del festival Steam. Es un proyecto que hacemos completamente social para inspirar a niños, niñas, adolescentes y jóvenes a seguir estudiando carreras de ciencia, tecnología, ingeniería, arte y matemáticas.
¿Por qué lo hacemos? Porque en los niños está el futuro, no sólo es un dicho. Si nosotros les mostramos una visión diferente, no se van a conformar con la idea que hay en su contexto. El contexto muchas veces puede ser del narcotráfico, de narco cultura, de drogadicción, de violencia… Pero hay otra visión que ellos pueden tener, donde los inspiramos para que alcancen una meta. Esa es la acción más noble que podemos hacer por ellos, inspirarlos para que sigan estudiando, y si tenemos la posibilidad, apoyarlos.
Desde que estoy haciendo pedagogía, trabajo en colegios privados porque es donde aceptaban las clases de robótica y solicitaban maestros. La verdad es que la paga es muy poca, pero la satisfacción es enorme porque hay niños que necesitan muchas cosas que, a través de la robótica, pienso que he logrado favorecer: creatividad, comunicación asertiva, pensamiento matemático, lógica, auto expresión, el desarrollo de su imaginación, que alguien los escuche, que encuentren una forma de compartir sus ideas.
Después de esta trayectoria llena de obstáculos, ¿cuál es tu reflexión?
Hice una reflexión hace algún tiempo: Cuando somos niños nos suelen preguntar qué queremos ser de grandes. Y siempre se espera que la respuesta sea “quiero ser piloto, quiero ser médico, quiero ser maestro, quiero ser científico, quiero ser químico, quiero ser enfermera, quiero ser bióloga…” Es decir, una carrera. ¿No creen que la respuesta debería ser yo de grande quiero ser feliz?
Aunque no te arrepientas de la lucha y tengas la satisfacción del esfuerzo, emocionalmente ha sido un camino muy duro. ¿Cuáles han sido las consecuencias?
En varios momentos de mi vida entré en crisis existenciales, pero el año pasado fue uno de los más duros. Tenía que pagar la deuda del local (ya habían pasado dos o tres años y todavía no la habíamos terminado de pagar), tenía el trabajo, quería terminar mis estudios, tenía varios proyectos que sacar adelante de robótica educativa… Tenía una presión increíble.
Por todo esto, llegué a pasar hasta 9 días sin dormir, trabajando, pensando, planeando, construyendo… Pensando como hacer que todos estos problemas no me aplastaran y encontrar soluciones a todos. Y eso me causó mucho desgaste. Entré en una profunda crisis que me afectó emocional y físicamente. Me di de baja en la escuela durante un año y fui al doctor, quien me sugirió descansar dado el desgaste por la ausencia de sueño.
El neurólogo me recetó pastillas para comenzar un tratamiento. Fue muy bueno porque yo ya había llegado a considerar que estaba loco. ¿Por qué tenía tantas preguntas en la cabeza? ¿Por qué mi cerebro no dejaba de pensar durante toda la noche? ¿Por qué no podía darme cuenta de en qué momento ya me dormía? ¿Por qué quería hacer tantas cosas que los demás no querían hacer? ¿Por qué la gente era tan apática? ¿Por qué el mundo no quería ver las cosas como yo las veía? ¡Yo quería salvar al mundo, quería encontrar las soluciones a todos los problemas!
Cuando trabajamos con altas capacidades, solemos encontrarnos con jóvenes que se sienten así. Pero antes de seguir, ¿puedes contarnos alguna anécdota divertida?
Una de esas ideas locas era diseñar una conciencia artificial. Existe la idea de que la inteligencia artificial va a acabar con la humanidad, como en películas del estilo de Terminator. Sin embargo, hoy en día la inteligencia artificial ya funciona en redes sociales, en todas las plataformas de Google y YouTube. La inteligencia artificial ya está en todos los sistemas en los que vivimos hoy en día. La inteligencia artificial ya domina muchas cosas de la actividad humana.
Una vez tuve oportunidad de ir a Guadalajara y me metí corriendo, escapándome de los guardias de seguridad, en las instalaciones de I. B. M., porque quería convencerles de que yo podía crear una conciencia artificial si ellos me daban la oportunidad de desarrollar un algoritmo matemático y programarlo con el Watson que ellos tienen. Una conciencia artificial nos ayudaría os ayudaría en el desarrollo espiritual de los seres humanos. Obviamente me sacaron los policías y me consideraron loco.
¿Cómo superaste la ansiedad?
En este último año tuve tiempo para mí, para cultivarme, para cuidarme física, emocional y mentalmente. Inicié un huerto en casa. A lo largo de cuatro o cinco meses logré cosechar cinco kilos de tomates. Eso me ayudó muchísimo a lidiar con mi ansiedad, con mi depresión, a darme cuenta de que las pequeñas cosas importan. Las pequeñas cosas valen la pena porque todo suma, todo aporta. Yo antes lo quería hacer todo rápido, de golpe. Aprendí a calmarme.
Así fue como inicié mi segundo proyecto, Playsteam. para enseñar a niños y niñas a programar. Aproveché la pandemia para impulsar este proyecto y actualmente es algo que me genera ingresos muy buenos. Me piden dar clases en todos lados aquí en México, me están pidiendo clases de matemáticas, de diseño 3D, modelado 3D, producción audiovisual y teatro juvenil. Soy voluntario en un club de amigos, un pequeño grupo que hicimos, donde si ustedes quieren también se pueden integrar con nosotros. En este club de amigos nos reunimos cada sábado niños y niñas para hablar, compartir, jugar, convivir, para conocer personas. Todos son niños pequeños. Los voluntarios, como mi caso, somos pedagogos y psicólogos. Estamos ahí para estar con ustedes, nada más, para acompañarlos, para que ustedes puedan comunicarse entre ustedes y puedan hacer amigos. Esta situación de pandemia ha sido un golpe muy difícil para los niños también.
Resumamos… ¿Por qué eres profesor?
En definitiva, soy profesor porque me gusta enseñar, porque me gusta compartir, porque me gusta innovar, porque me gusta buscar nuevas formas de aprender y nuevas formas de enseñar. Siempre busco que la enseñanza sea lo más personalizada posible, basada en los gustos, necesidades e intereses de mis alumnos. Que siempre haya un reto que vencer, que siempre haya un proyecto en el que trabajar, que lo podamos lograr de diferentes maneras y desde luego, que lo podamos exponer. Pero también un elemento muy importante es que no me gusta la competencia. Me gusta compartir, cooperar. Por eso no hacemos concursos, hacemos “expos”. De hecho, les decía ayer que sería muy interesante hacer una expo con ustedes, con Crecer Creando, un fin de curso en el que ustedes nos compartan algunos proyectos y nosotros les compartamos también los proyectos que estamos haciendo de este lado.
Soy un fiel partidario de que compartir es crecer juntos, de que es lo que nos hace ser más fuertes, compartir lo que sea: experiencias, conocimiento, nuestras propias situaciones… Que nos podemos apoyar unos a otros. En eso está la fortaleza de la humanidad, en el compartir.
¿Por qué dedicas tanto tiempo a acciones sin ánimo de lucro y por qué te especializas en necesidades específicas de estudio?
Porque es lo que me hace feliz, es lo que me da satisfacción. ¿Cómo me di cuenta? Leí una teoría de la psicología positiva que se llama la teoría del flow. Mihaly Csikszentmihalyi nos habla de que cuando tú encuentras aquello en lo que no puedes dejar de pensar, estás en flujo. La teoría nos dice que cuando una tarea sobrepasa nuestras habilidades, siendo más fuerte que nosotros, nos hace pensar que no podemos y nos frustra. Por otra parte, cuando nuestras habilidades son más grandes que la tarea o el proyecto que nos ponen, nos aburrimos, nos da sueño, queremos hacer otras cosas, nos distraemos con cualquier cosa. Pero cuando las dos cosas compaginan, nuestras habilidades y el reto que tenemos están a la par, hay una combinación extraordinaria. Ese flujo es la felicidad. Yo encontré que esto era lo mío: diseñar recursos didácticos, planear mis clases, trabajar con mis alumnos. Eso era lo mío y era el motor de mi vida y a esto me quiero dedicar. Descubrí el mundo de las altas capacidades hace un año y entendí muchas cosas de mi persona. Me di cuenta de que no estoy loco y de que no es una condición meramente mental, que es una condición neuro biológica. Tiene que ver con el procesamiento de nuestro cerebro y eso me hizo comprenderlo todo. Ahora me estoy especializando para poder trabajar con niños, niñas, jóvenes, adolescentes y, si se puede, también adultos con altas capacidades. Me estoy especializando para ser un maestro creativo, para ser un maestro que impulse, para ser un maestro que inspire, para ser un maestro que acompañe, que apoye, que fortalezca.
No sólo trabajo con niños con altas capacidades en el colegio donde estoy, sino también con niños con TDAH, dislexia y discalculia. Me encanta trabajar en los dos polos opuestos de la campana de Gauss. En la media todos quieren que seamos normales y la verdad es que no lo somos y hay que aceptarlo. Yo lo acepté, no soy normal, soy diverso, soy multicultural, multidimensional. Me considero un ser complejo. Así lo dice Edgar Morin, un filósofo francés.
Estoy aprendiendo a tocar el piano y en un año quiero dedicarme a dar clases de piano. Sé nadar un poco, así que me voy a apuntar a clases de natación y después quiero dar clases de esto también. Más adelante, en el futuro, quiero aprender ballet y también quiero dar clases de ballet. Quiero aprender de cine y también quiero dar clases de cine. Estoy aprendiendo un poquito de teatro y también quiero dar clases de teatro. Es un mundo que me apasiona porque sé que los niños y niñas tienen muchísimos intereses y muchísimas cosas que quieren aprender. Y yo me quiero dedicar de lleno a eso. No quiero estar en el sistema y si regreso al sistema será solamente para rescatar y para ayudar a otros niños que están ahí, ocultos, invisibles, que nadie los reconoce y que nadie los ha detectado para salvarlos, para ayudarlos, para acompañarlos, para fortalecerlos. Por eso sigo en el colegio privado, a pesar de que no me pagan mucho, me da mucha satisfacción trabajar con todos los niños, no solo con altas capacidades, no sólo con TDAH, con todos me gusta trabajar. Pienso que todas las personas somos brillantes. El problema está en que muchas veces nos limitan.
El futuro será brillante porque nuestros niños y niñas son brillantes.
Itzaee coronado